Vivir después de un infarto
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Un infarto de miocardio puede ocurrir de manera repentina y conmocionante. Tras el diagnóstico, se impone una hospitalización, seguida de mucha información transmitida por el equipo médico. Luego viene la necesidad de adoptar nuevos hábitos de vida para reducir los riesgos de recurrencia y mejorar la calidad de vida a largo plazo.
Repensar la convalecencia
Antiguamente, las personas que habían sufrido un infarto eran calificadas de «cardíacos» y vivían una especie de retiro. Reposo prolongado, ausencia de esfuerzo físico, silencio impuesto a su entorno: todo se organizaba para evitar cualquier solicitación del corazón.
Con el tiempo, surgió una realidad inesperada. Algunas personas, más activas o menos disciplinadas frente a las consignas de reposo estricto, mostraban una mejor recuperación… y una mejor supervivencia.
Estas observaciones cambiaron las prácticas. La recuperación ya no se basa únicamente en el reposo, sino en un enfoque más dinámico. El retorno gradual a las actividades de la vida diaria forma ahora parte integral del proceso de curación, en un marco seguro y adaptado a la condición de cada uno.
Hoy en día, los centros de rehabilitación cardiovascular ofrecen un acompañamiento estructurado, y son cada vez más accesibles, incluso fuera de los grandes centros. Algunas personas incluso afirman sentirse en mejor forma después de su infarto que antes.
Un acompañamiento global
La recuperación no se limita a la toma de medicamentos. Incluye:
- la adopción de hábitos de vida saludables,
- la práctica regular de una actividad física adaptada,
- un apoyo a nivel psicológico y emocional.
Algunas preocupaciones concretas suelen formar parte del recorrido de rehabilitación:
- la duración de la convalecencia,
- la reanudación de las actividades domésticas, profesionales y sociales,
- la conducción de vehículos,
- la vida sexual.
Estos temas merecen discusiones abiertas y tranquilizadoras con los profesionales de la salud, para que cada persona pueda recuperar no solo su salud, sino también su confianza y su autonomía.
Comprender para vivir mejor
Aprender a conocer su condición cardíaca, comprender el rol de cada medicamento y recibir consejos prácticos permite reencontrar una vida equilibrada y satisfactoria tras un infarto. Un buen acompañamiento médico y una actitud proactiva son las claves de una recuperación exitosa.
Un regreso necesario
Después de un infarto, los acontecimientos se suceden a tal velocidad que, para la mayoría de las personas afectadas, los recuerdos se reducen a una impresión difusa.
Esto es completamente normal. Entre el dolor, la emoción, los medicamentos y la agitación del entorno hospitalario, resulta difícil comprender todo en el momento.
Volver sobre lo que ha ocurrido permite entender mejor el evento, retomar el hilo y dar sentido a una situación que, a veces, todavía parece irreal.
El incidente
El 911
Pero primero, es fundamental recordar qué hacer en caso de duda. Ante un dolor torácico intenso, especialmente si se acompaña de sudoración abundante, náuseas o vómitos, se debe llamar al 911 sin demora.
Los primeros respondedores
Los paramédicos suelen ser capaces de reconocer un infarto desde su llegada. Gracias a herramientas especializadas, inician rápidamente un tratamiento adaptado a la situación.
Aunque se den explicaciones en el lugar, la agitación, el dolor y, a veces, la sedación, dificultan la comprensión de lo que está ocurriendo. Por ello, es común no recordar claramente esta parte de la intervención.
Repasar las bases: ¿qué es un infarto?
Un infarto de miocardio —o ataque cardíaco— ocurre cuando una arteria del corazón se obstruye con un coágulo. La sangreLa sangre se compone de glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas y plasma. Los glóbulos rojos transportan el oxígeno y el dióxido de carbono. Los glóbulos blancos son nuestro sistema de defensa. Las plaquetas evitan el sangrado. ya no circula normalmente y la región del corazón irrigada por esa arteria queda privada de oxígeno.
Esta falta de oxígeno provoca el dolor, pero también puede causar complicaciones como una arritmia, insuficiencia cardíaca o problemas en las válvulas del corazón. Por eso es crucial intervenir rápidamente.
La atención según el lugar
En los hospitales urbanos, los pacientes son llevados rápidamente a una sala especializada donde se puede desbloquear la arteria obstruida. Cuanto antes se realice la intervención, menor será el riesgo de daño permanente al corazón.
En las zonas rurales, el enfoque es un poco diferente. El paciente es trasladado al hospital más cercano, donde se administra un tratamiento médico para disolver el coágulo. Si este tratamiento no es eficaz, se organiza un traslado a un centro especializado.
A leer: Infarto de miocardio – STEMI
Los cambios a realizar
Los hábitos de vida
Afortunadamente, está bien demostrado que un cambio duradero en los hábitos de vida puede tener un impacto importante en la salud cardíaca.
Mejorar la alimentación, hacer ejercicio regularmente, gestionar el estrés y recuperar un buen sueño pueden contribuir a mejorar la calidad de vida y reducir el riesgo de recurrencia tras un infarto de miocardio.
La medicación
Después de un infarto, a menudo se prescriben varios medicamentos nuevos durante la hospitalización. Aunque la idea de tener que tomar varios comprimidos pueda resultar sorprendente o desalentadora al principio, estos tratamientos son esenciales para apoyar la función cardíaca y prevenir nuevos eventos.
Es importante seguir rigurosamente la posología indicada y no interrumpir ningún tratamiento sin antes hablarlo con un profesional de la salud que conozca bien el historial médico.
Una sección dedicada a la farmacología está disponible aquí para comprender mejor el papel de los medicamentos, sus beneficios y sus posibles efectos secundarios:
Ver la sección: Farmacia
Las clases de medicamentos más frecuentemente utilizadas incluyen:
- los antiplaquetarios,
- los betabloqueantes,
- los inhibidores de la enzima de conversión (IECA),
- los antagonistas de los receptores de la angiotensina (ARA),
- las estatinas,
- los nitratos.
Cualquier modificación debe realizarse siempre en consulta con un médico o farmacéutico.
Los factores de riesgo
Algunas personas nacen con predisposiciones genéticas que aumentan el riesgo de infarto. Aunque estos factores no se pueden modificar, sí es posible reducir su impacto actuando sobre varios aspectos del estilo de vida.
Esto no solo ayuda a proteger mejor el corazón, sino también a mejorar la salud general.
Los principales factores de riesgo reconocidos son:
- la hipertensión arterial,
- la diabetes,
- un colesterol elevado,
- el sobrepeso u obesidad,
- el sedentarismo,
- una alimentación pobre en vegetales y rica en productos procesados,
- el estrés crónico,
- la falta de sueño,
- y sobre todo el tabaquismo, que sigue siendo uno de los agresores más potentes del corazón.
El denominador común de muchos de estos factores es la inflamación crónica, que debilita las arterias y favorece la formación de coágulos.
El papel de la inflamación
La inflamación es una reacción normal del sistema inmunitario cuando una barrera de protección del cuerpo se daña.
En muchos casos, es beneficiosa: ayuda a reparar los tejidos y a combatir los microbios que intentan penetrar en el organismo.
Por ejemplo, cuando nos cortamos con un cuchillo, el cuerpo desencadena un proceso de inflamación localizada que permite la cicatrización de la piel y la destrucción de las bacterias, gracias a la liberación de ciertas sustancias químicas.
La inflamación, en este contexto, es útil y temporal.
Cuando la inflamación se convierte en un problema
El cuerpo no siempre distingue entre una lesión accidental y una agresión repetida vinculada a ciertos hábitos de vida. Puede ocurrir que el sistema inmunitario permanezca activado de manera continua, lo que provoca una inflamación crónica, a menudo invisible pero perjudicial a largo plazo.
Ciertas situaciones son reconocidas por mantener esta inflamación:
- la inhalación de sustancias tóxicas del humo del cigarrillo,
- la exposición a productos químicos en el medio ambiente,
- una alimentación desequilibrada que favorece la diabetes o el exceso de colesterol,
- la elevación crónica de las hormonas del estrés,
- una presión arterial demasiado alta,
- o un estilo de vida demasiado sedentario.
La inflamación crónica en las arterias
Cuando está presente cada día, la inflamación acaba debilitando las paredes arteriales.
Estas arterias se vuelven entonces más permeables al colesterol, favoreciendo la formación de placas de ateroma. Estas placas pueden fisurarse, lo que activa la coagulación y puede llevar a la formación de un coágulo que bloquea súbitamente una arteria. Este mecanismo es a menudo el responsable del infarto.
Mejor controlar la inflamación
La mejor manera de controlar esta inflamación crónica es modificar ciertos hábitos de vida, como:
- mejorar la alimentación,
- moverse más,
- gestionar mejor el estrés,
- dormir bien,
- dejar de fumar,
- y seguir de cerca las condiciones de salud ya conocidas, como la diabetes o la hipertensión arterial.
Cambiar el estilo de vida suele ser más fácil de decir que de hacer. Requiere tiempo, motivación y apoyo.
Hay recursos disponibles para ayudar a iniciar estos cambios.
Para saber más: Hábitos de vida saludables
El control de la hipertensión arterial (HTA)
La hipertensión arterial (HTA) es el principal factor de riesgo de mortalidad en el mundo. También representa una de las causas mayores de enfermedades cardiovasculares.
Asegurar un buen control de la presión arterial es, por tanto, esencial. No depende únicamente de la toma de medicamentos. Modificar ciertos hábitos de vida —alimentación, actividad física, reducción del estrés— tiene un efecto directo y, a menudo, significativo sobre la presión arterial.
Objetivos recomendados:
- Para personas no diabéticas, se recomienda una presión arterial inferior a 135/85 mmHg, medida en casa.
- Para personas con diabetes, el objetivo es aún más estricto: una presión inferior a 130/85 mmHg.
El control de la diabetes
Cuando la diabetes está mal controlada, debilita los vasos sanguíneos, aumentando el riesgo de que se obstruyan. No solo el corazón puede verse afectado: los riñones, los ojos (retina) y los nervios también pueden sufrir daños.
Las personas diabéticas tienen entre 2 y 6 veces más riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular en comparación con aquellas que no padecen diabetes. De hecho, la enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte entre las personas que viven con diabetes.
Valores objetivos de glucemia recomendados:
- Antes de las comidas: entre 4 y 7 mmol/L
- Dos horas después de las comidas: entre 5 y 10 mmol/L
Una esperanza: la reversibilidad de la diabetes tipo 2
Estudios recientes confirman que la diabetes tipo 2 es, en algunos casos, reversible. Como esta enfermedad suele estar causada por hábitos de vida poco saludables —alimentación rica en azúcares refinados, grasas saturadas, consumo de productos ultraprocesados, sedentarismo—, corregir estos hábitos puede permitir no solo un mejor control de la diabetes, sino en ocasiones su desaparición.
Esta remisión puede mantenerse durante varios años, siempre que se conserven los buenos hábitos. Sin embargo, si se relajan las medidas, la enfermedad puede reaparecer rápidamente.
Con un compromiso serio hacia la mejora del estilo de vida —especialmente en la alimentación y la actividad física—, muchas personas logran reducir las dosis de medicamentos para la diabetes, e incluso suspenderlos completamente, siempre bajo supervisión médica.
La convalecencia en casa
« El corazón está roto: hay que poner al paciente enyesado. »
Tras un infarto, un período de reposo físico y emocional es esencial para la recuperación. Cuando uno se fractura una pierna, se coloca un yeso para estabilizar la lesión. En el caso del corazón, es imposible inmovilizar directamente el órgano. Por ello, es todo el cuerpo y la mente los que deben ser cuidados.
El médico tratante precisará la duración de esta convalecencia según la gravedad del evento y el estado general de salud.
El primer mes: reposo activo
La primera fase de la convalecencia suele parecerse a un período de descanso en casa. Las actividades deben mantenerse ligeras: tareas sencillas en el hogar, caminatas cortas al aire libre, períodos de descanso frecuentes.
Esta fase permite que el músculo cardíaco comience su recuperación en las mejores condiciones posibles.
El segundo mes: recuperación gradual
Durante el segundo mes, a menudo se inicia una reincorporación progresiva a las actividades habituales. Esto incluye los desplazamientos, las tareas domésticas más completas e incluso algunas actividades sociales.
En la mayoría de los casos, el regreso al trabajo aún se pospone. Sin embargo, para quienes la inactividad se convierte en una fuente de estrés, puede ser beneficioso retomar ciertas actividades laborales a distancia, si la situación lo permite.
Le troisième mois : retour à une vie presque normale
Para muchos, la recuperación puede tomar un poco más de tiempo. Si el corazón ha sufrido daños más importantes, puede ser necesario un tercer mes de convalecencia.
En esta etapa, generalmente se pueden retomar la mayoría de las actividades cotidianas, como hacer las compras, trabajar en el jardín, caminar más tiempo, conducir o visitar a amigos.
Es un poco como unas vacaciones, pero con el objetivo de recuperar la fuerza. Todavía se deben evitar los esfuerzos demasiado intensos, pero se puede moverse con mayor libertad, siempre respetando el ritmo del cuerpo.
La energía regresa poco a poco, y el corazón continúa su proceso de curación en segundo plano. Lo importante es mantenerse atento a los propios límites y no forzar el ritmo. Cada persona progresa a su propio paso.
La conducción de automóviles
Después de un infarto de miocardio, la reanudación de la conducción depende del tipo de evento cardíaco y de las secuelas observadas.
En el caso de un infarto tipo STEMI, que implica un daño importante en las arterias coronarias, generalmente se recomienda un período mínimo de un mes antes de volver a conducir.
Para las personas con licencia de conducción comercial (conductores de camiones, autobuses, etc.), este plazo suele extenderse a tres meses a partir de la fecha del alta hospitalaria.
En los casos de infartos más leves, como los NSTEMI, donde la intervención fue menos urgente y los daños cardíacos son mínimos (confirmados por ecocardiografía), la reanudación de la conducción puede autorizarse a partir de las 48 horas posteriores a la intervención.
Para los conductores profesionales en este mismo contexto, la reanudación puede tener lugar después de 7 días, siempre y cuando el estado clínico sea estable.
Otras situaciones, como un infarto sin intervención en las arterias, sin complicaciones valvulares o sin arritmias graves, requieren una evaluación caso por caso. El cardiólogo podrá precisar el momento adecuado para volver a conducir de forma segura.
Una elección personal... pero regulada
Los médicos no informan automáticamente un infarto a las autoridades de tránsito (como la SAAQ en Quebec).
Por lo tanto, corresponde a cada persona respetar las recomendaciones médicas recibidas. Este respeto es esencial, no solo para su propia seguridad, sino también para la de los demás usuarios de la vía pública.
Es la ley
En caso de accidente causado por un síntoma cardíaco ocurrido durante el período en que la conducción estaba desaconsejada, la responsabilidad podría recaer sobre el conductor.
Este podría ser considerado responsable del desenlace del evento, por haber decidido conducir a sabiendas de los riesgos.
La baja laboral
Tras un infarto, generalmente se prescribe una baja laboral, independientemente del tipo de afectación cardíaca. Este período de pausa es esencial para permitir que el corazón se recupere, pero también para readaptar el cuerpo y la mente a un nuevo ritmo.
En los casos de infarto tipo STEMI, que suelen ser más graves, la duración media de la baja es de 4 a 8 semanas. Este período puede variar según la naturaleza del trabajo: un empleo físico o muy exigente suele prolongar la convalecencia.
Para un infarto tipo NSTEMI, menos extenso y sin secuelas importantes en el ecocardiograma, una baja de 1 a 2 semanas suele ser suficiente.
Un regreso progresivo cuando es posible
Después de un período prolongado de baja, especialmente en trabajos que requieren esfuerzo físico, se recomienda a veces un regreso progresivo. Esto permite probar gradualmente la resistencia y adaptarse al esfuerzo requerido, especialmente en presencia de una lesión cardíaca.
El cuerpo también debe ajustarse a la medicación, cuyos efectos secundarios pueden influir en la concentración, la energía o la tolerancia al esfuerzo.
La importancia del estrés laboral
El estrés profesional, cuando es crónico, puede contribuir a agravar las enfermedades cardiovasculares. Por ello, después de un infarto, es esencial reevaluar el entorno laboral:
- L’ambiente general,
- carga mental,
- equilibrio entre las tareas y los recursos disponibles,
- relaciones interpersonales.
Un entorno de trabajo más sano y equilibrado ayuda a prevenir recaídas y favorece una recuperación duradera.
Es posible un bajón emocional
Tras un infarto de tipo STEMI, no es raro que aparezcan una fatiga prolongada, una pérdida de energía, una disminución del apetito e incluso una pérdida de peso. Este período de vacío puede acompañarse de un abatimiento moral que, en algunos casos, llega a convertirse en un verdadero episodio depresivo.
El evento cardíaco actúa como un choque, tanto para el cuerpo como para la mente. A menudo provoca una toma de conciencia repentina, un desbordamiento de emociones y de reflexiones. La convalecencia se convierte entonces no solo en física, sino también en emocional.
Los numerosos cambios que deben integrarse después de un infarto —en la alimentación, el ritmo de vida, la imagen de uno mismo o la percepción de las propias capacidades— pueden afectar la confianza en uno mismo. Es normal sentirse más vulnerable, con una menor sensación de control.
Es importante reconocer estas emociones como parte del proceso de recuperación. En la mayoría de los casos, estos estados son pasajeros, pero merecen ser expresados. Hablar de ellos con el entorno, con el equipo médico o con un profesional de la salud mental ayuda a afrontarlos mejor.
Buscar apoyo no es un signo de debilidad, sino una etapa hacia una recuperación completa y duradera.
Para leer: Impacto psicológico después de un infarto
La salud sexual
La sexualidad forma parte integral de la calidad de vida.
Después de un infarto, es completamente normal hacerse preguntas sobre el momento adecuado para reanudar las actividades sexuales, o sobre los posibles cambios en la función sexual, especialmente en los hombres.
Reanudación de las actividades sexuales
La actividad sexual no representa un esfuerzo físico intenso. Exige al cuerpo un nivel de esfuerzo similar al de actividades cotidianas como caminar a paso lento, hacer las tareas domésticas o cortar el césped. Por ello, se considera una actividad de intensidad moderada.
En general, se puede reanudar la actividad sexual de manera gradual después de la primera semana tras un infarto de miocardio, siempre que la convalecencia evolucione adecuadamente y el estado de salud sea estable.
• La disfunción eréctil
La disfunción eréctil es frecuente después de un infarto y puede ser motivo de preocupación. Varios factores de riesgo cardiovascular son conocidos por contribuir a su aparición:
- obesidad,
- diabetes,
- sedentarismo,
- colesterol elevado,
- hipertensión arterial,
- tabaquismo,
- apnea del sueño,
- enfermedad cardíaca en sí misma.
• Medicamentos y efectos secundarios
Certaines médications prescrites après un infarctus peuvent aussi influencer la fonction érectile. Ces effets sont souvent temporaires et peuvent être réversibles, selon l’adaptation du corps au traitement.
• El papel del estado mental
Un infarto puede generar un choque psicológico. El estrés, la ansiedad o el miedo a «exigirse demasiado» pueden interferir en los momentos de intimidad.
Esta reacción es frecuente y, en muchos casos, transitoria. Hablar de ello con un profesional de la salud suele ayudar a encontrar respuestas tranquilizadoras.
• Existen soluciones
La mejora de los hábitos de vida y el control de enfermedades crónicas como la diabetes pueden favorecer una recuperación espontánea de la función sexual.
También existen tratamientos médicos como el sildenafil (Viagra), vardenafil (Levitra) o tadalafil (Cialis), que pueden recomendarse en ciertos casos.
Sin embargo, ¡atención!: estos medicamentos nunca deben combinarse con la nitroglicerina, ya que podrían provocar una caída peligrosa e incluso mortal de la presión arterial.
En caso de dolor
Si aparece un dolor torácico similar al del infarto dentro de las 12 a 24 horas posteriores a la toma de un medicamento para la disfunción eréctil, se recomienda encarecidamente llamar inmediatamente al 911 y no utilizar nitroglicerina.
Informar al personal de emergencia sobre la hora de la toma del medicamento es esencial para guiar la atención médica adecuada.
La integración de la actividad física
Adoptar un estilo de vida activo aporta numerosos beneficios, especialmente después de un infarto.
La actividad física regular contribuye a mejorar la salud cardiovascular, reducir la presión arterial, controlar mejor la glucemia y favorecer la calidad de vida en general.
Un solo esfuerzo, múltiples beneficios
Moverse más también abre la puerta a otros hábitos de vida más saludables. El ejercicio regular suele fomentar:
- la mejora de la alimentación,
- la disminución o el abandono del tabaco,
- la pérdida de peso,
- un mejor control de la diabetes y de la presión arterial.
Estos efectos positivos aparecen rápidamente, desde las primeras semanas de un programa de actividad física.
Efectos sobre el estado de ánimo
La actividad física también tiene un impacto sobre la salud mental. Ayuda a reducir el estrés, mejora la autoestima y proporciona una sensación de bienestar. Para muchos, se convierte en un pilar del regreso al equilibrio después de un evento cardíaco.
Desde el regreso a casa
El ejercicio puede retomarse de manera suave desde la convalecencia en casa. Actividades ligeras como las tareas domésticas sencillas o caminar lentamente son buenas maneras de retomar el movimiento.
Con el paso de las semanas, la intensidad puede aumentar gradualmente, según la tolerancia. Después de 4 a 8 semanas, se pueden integrar actividades de intensidad moderada.
El objetivo: al menos 150 minutos por semana
Las recomendaciones sugieren un mínimo de 150 minutos semanales de actividad física de intensidad moderada. Esto puede dividirse en bloques de al menos 10 minutos, varias veces al día. La regularidad es más importante que el rendimiento.
Un buen indicador: la intensidad es adecuada cuando se puede hablar, pero no cantar, mientras se experimenta una ligera falta de aire. En la escala de percepción del esfuerzo, esto corresponde a un 3 a 5 sobre 10.
Moverse con seguridad
Algunos consejos simples para una actividad más segura:
- Comenzar siempre con un calentamiento de 5 a 10 minutos.
- Finalizar con una fase de enfriamiento progresiva.
- Durante los ejercicios de musculación, evitar contener la respiración (lo que se llama maniobra de Valsalva). Es mejor exhalar durante el esfuerzo para evitar un aumento repentino de la presión arterial.
Reemplazar el miedo por la confianza
Es frecuente sentir cierto temor a moverse después de un infarto. Para tranquilizarse, se recomienda llevar un teléfono móvil y la nitroglicerina a mano durante las primeras salidas.
Estar acompañado por un profesional, como un kinesiólogo, también es una excelente manera de recuperar la confianza. Este especialista en actividad física está formado para adaptar los ejercicios a cada condición médica y garantizar un entorno seguro.
Centros de rehabilitación cardiovascular
Los centros de rehabilitación cardiovascular ofrecen un entorno estructurado para integrar la actividad física en un enfoque global. Allí se encuentran kinesiólogos, nutricionistas, médicos, enfermeros y psicólogos, todos reunidos con un mismo objetivo: mejorar la calidad de vida y prevenir recaídas.
Participar en un programa de este tipo es una inversión de tiempo, pero los beneficios son visibles rápidamente.
Ningún medicamento tiene tanto impacto en la salud como el ejercicio combinado con una buena alimentación.
Conclusión
Lo que hay que recordar es que incluso pequeñas modificaciones en los hábitos de vida pueden tener un impacto importante en la salud cardiovascular.
Estos cambios pueden parecer intimidantes al principio, pero son accesibles, realistas y sostenibles cuando se integran progresivamente, a su propio ritmo. Un paso a la vez basta para iniciar una transformación positiva.
Profesionales como los kinesiólogos y los nutricionistas pueden desempeñar un papel clave en este proceso. Su experiencia permite adaptar las recomendaciones a cada persona y ofrecer herramientas concretas para alcanzar sus objetivos.
Es importante recordar que esta información no sustituye una consulta médica. En caso de duda o para un seguimiento personalizado, siempre se recomienda consultar al médico tratante.