Episodio 13 – Primera coronariografía
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La coronariografía es un examen que utiliza un colorante visible con rayos X para observar las arterias del corazón. Esta técnica permite verificar si existen obstrucciones en las arterias coronarias y evaluar su gravedad.
Antes de la era de la coronariografía
Hasta finales de la década de 1950, nadie había visto las arterias del corazón en una persona viva.
La única manera de descubrir una obstrucción coronaria era… durante una autopsia.
En la práctica, esto no ayudaba a nadie: era imposible prevenir un infarto o guiar un tratamiento.
Los cardiólogos sabían que la enfermedad coronaria existía — sus síntomas se describían desde hacía siglos — pero trabajaban prácticamente a ciegas.
No existía tecnología alguna que permitiera observar las arterias que nutren el corazón.
Se intuía la presencia de un problema, pero no podía verse directamente.
«¡No inyecten colorante en las coronarias!»
En aquella época, el cateterismo cardíaco apenas comenzaba a desarrollarse, y varios mitos persistían.
El más difundido afirmaba que colocar un catéter directamente en una arteria del corazón — o peor aún, inyectar colorante en ella — causaría consecuencias desastrosas. Se creía que provocaría de inmediato una arritmia mortal: la fibrilación ventricular.
Este temor provenía sobre todo de experimentos en animales, donde la inyección intracoronaria realmente desencadenaba arritmias graves.
Sin verificarlo jamás en humanos, se asumió que nadie podría sobrevivir a tal inyección.
Como resultado:
➡️ los médicos evitaban rigurosamente las coronarias,
➡️ se las consideraba intocables,
➡️ y nadie se atrevía a introducir un catéter en ellas.
Un primer paso: ver las coronarias de manera indirecta
En 1958, el radiólogo Charles Dotter desarrolló una forma de visualizar las coronarias… sin tocarlas directamente.
Colocó un pequeño catéter con un balón en la punta al inicio de la aorta.
Al inflar el balón, podía inyectar colorante solo en la raíz aórtica, el punto donde nacen las arterias coronarias.
Y entonces ocurrió algo revelador:
➡️ nadie murió,
➡️ y la entrada de las coronarias apareció claramente en las imágenes.
El demostró así que permitir que el colorante penetrara en las coronarias desde la aorta no causaba ningún efecto perjudicial.
Fue un punto de inflexión: la primera grieta en el mito que afirmaba que toda opacificación coronaria era mortal.
Sin saberlo, el Dr. Dotter acababa de abrir la puerta a la verdadera coronariografía… que llegaría pocos meses después, por accidente.
Un descubrimiento accidental que lo cambia todo
Pocos meses después, en la Cleveland Clinic, el cardiólogo Mason Sones realizaba un examen rutinario: una aortografía, un procedimiento para visualizar la aorta, la arteria más grande del cuerpo humano.
Esta enorme «autopista» vascular nace directamente a la salida del corazón y distribuye sangreLa sangre se compone de glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas y plasma. Los glóbulos rojos transportan el oxígeno y el dióxido de carbono. Los glóbulos blancos son nuestro sistema de defensa. Las plaquetas evitan el sangrado. a todas las demás arterias.
Su paciente ese día era Abner Darby, de 47 años.
El catéter estaba correctamente colocado al inicio de la aorta.
Sones pidió a su asistente, el Dr. Royson Lewis, que activara la inyección de colorante.
Pero debido a la presión generada por el inyector automático, el catéter se desplazó… y entró directamente en la arteria coronaria derecha.
En un segundo, 40 mL de colorante — una cantidad enorme para una arteria tan pequeña — se introdujeron en la coronaria.
Ambos médicos palidecieron.
Según todo lo que se creía en esa época, el paciente moriría en cuestión de segundos sobre la mesa.
Sones gritó «¡Stop! ¡Stop!», golpeó ligeramente el pecho del paciente para provocar un reflejo cardíaco y esperó lo inevitable.
Pero lo inevitable… no ocurrió.
El Sr. Darby presentó una desaceleración marcada pero muy breve de la frecuencia cardíaca, y luego su corazón recuperó progresivamente un ritmo normal.
Unos segundos antes todos esperaban lo peor… pero el paciente seguía plenamente vivo.
En el laboratorio reinó la incredulidad.
Lo que debía ser una catástrofe se transformó en una revelación histórica.
Nacimiento de la coronariografía selectiva
Tras este episodio, Sones comprendió que era posible inyectar colorante directamente en las arterias coronarias de forma segura.
Desarrolló entonces la técnica de la coronariografía selectiva:
➡️ una inyección específica en la coronaria izquierda,
➡️ y luego en la coronaria derecha.
Por primera vez, los médicos podían ver con claridad las obstrucciones coronarias en pacientes vivos.
El principio utilizado hoy… sigue siendo exactamente el mismo.
Comprender por fin la enfermedad coronaria
Antes de la coronariografía, la enfermedad coronaria se entendía mal.
Sus síntomas estaban descritos desde el siglo XVIII, pero jamás habían sido observados directamente.
Pasaría un siglo más antes de que los patólogos describieran las obstrucciones coronarias.
A finales de la década de 1950, todo cambió:
➡️ finalmente se podían ver las placas de ateroma,
➡️ evaluar su gravedad,
➡️ y comprender que causaban angina, infarto y muerte súbita.
Este descubrimiento inauguró una nueva era de tratamientos: medicamentos, cirugía y, más tarde, angioplastia.
Un nuevo desafío: las placas de ateroma
Cuando las primeras imágenes de las coronarias aparecieron en las pantallas de radiología, fue una verdadera revelación.
En arterias que se creían lisas y limpias, los médicos vieron de pronto abultamientos, estrechamientos y sombras irregulares: eran placas de ateroma, formadas por colesterol acumulado a lo largo de los años.
Por primera vez, el enemigo era visible.
Y lo que descubrieron era inequívoco:
estas placas pueden estrangular la circulación sanguínea y provocar :
- angina,
- infarto,
- y a veces muerte súbita.
Era como encender la luz en una habitación que había permanecido en la oscuridad durante siglos.
Comprender lo que se escondía dentro de esas arterias desencadenó una búsqueda urgente de soluciones:
cómo prevenir estos depósitos, cómo estabilizarlos, cómo retirarlos o cómo rodearlos.
Este descubrimiento abrió las puertas a una nueva era en la que no solo se intentaba ver la enfermedad… sino tratarla.
Y lo que siguió para el Dr. Sones
Visionario, el Dr. Mason Sones trabajó junto a ingenieros para diseñar catéteres adaptados a esta nueva técnica.
Sin embargo, su método utilizaba un abordaje a través de la arteria braquial, en el pliegue del codo, que resultaba más complejo.
Ironicamente, este innovador de la cardiología falleció de cáncer de pulmón… con un cigarrillo en la mano.
La llegada del Dr. Melvin Judkins
El radiólogo Melvin Judkins, formado por Dotter y luego enviado a trabajar con Sones, comprendió rápidamente que la técnica podía simplificarse.
Observó que, de una persona a otra, el origen de la coronaria derecha y de la izquierda se encuentra siempre en la misma ubicación anatómica.
Desarrolló entonces catéteres preformados, introducidos por la arteria femoral, mucho más fáciles de manipular.
Así nacieron los catéteres Judkins.
Hicieron la coronariografía más simple, más rápida y más segura.
Incluso hoy, estos catéteres — izquierdo y derecho — continúan utilizándose diariamente en las salas de cateterismo cardíaco.
A leer: La coronariografía






















