Comunicación interventricular (CIV)

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La comunicación interventricular, o CIV, es una malformación congénita frecuente del corazón en la que existe una abertura anormal entre los dos ventrículos. Puede estar presente al nacer o aparecer más adelante como complicación de un infarto.

El corazón humano

El corazón está dividido en cuatro cavidades separadas por paredes herméticas llamadas septos y por válvulas que dirigen el flujo sanguíneo en la dirección correcta.

Se puede comparar con una casa con varias habitaciones, y puertas que permiten pasar de una a otra.

¿Cómo se forma el corazón?

Al inicio del desarrollo, el corazón es un tubo que se pliega formando una aurícula y un ventrículo.

Luego aparece una pared (septum) que separa las cámaras del lado derecho y del izquierdo. La parte que divide los ventrículos se llama septo interventricular.

Separación del ventrículo único

Esta separación comienza en la parte inferior del corazón con la formación de un tabique muscular llamado septo interventricular muscular. Una abertura permanece en este tabique hasta aproximadamente la séptima semana de gestación.

Es en ese momento cuando otra estructura, el bulbo arterial, se fusiona con el resto del corazón y cierra esta abertura con una capa más delgada de tejido fibroso, que recibe el nombre de septo interventricular membranoso.

¿Cómo existe una CIV al nacer?

Se distinguen cuatro tipos principales de comunicación interventricular, aunque las formas más frecuentes son las musculares y las perimembranosas. Estas CIV son causadas por un cierre incompleto de la parte muscular o por un defecto en la fusión del bulbo arterial con la parte membranosa.

El resultado es el mismo: queda un paso anómalo entre los dos ventrículos, que permite el paso de sangre de un lado a otro, lo que puede tener consecuencias dependiendo del tamaño de la abertura y del flujo sanguíneo implicado.

¿Qué consecuencias tiene?

Normalmente, la sangre circula desde el lado derecho del corazón hacia los pulmones, donde se oxigena, y luego regresa al lado izquierdo para ser impulsada al resto del cuerpo. En una CIV, esta secuencia se ve alterada.

En el caso de una CIV perimembranosa, situada en la parte superior del tabique, la sangre del ventrículo izquierdo puede pasar al ventrículo derecho o directamente a la arteria pulmonar. Este paso es favorecido por la presión más alta en el lado izquierdo del corazón. El resultado es una sobrecarga de sangre en los pulmones y, posteriormente, en la aurícula y el ventrículo izquierdos.

Si no se interviene en una CIV de gran tamaño, esta sobrecarga persistente puede conducir a una insuficiencia cardíaca de alto gasto. A largo plazo, también puede provocar un aumento de la presión en los vasos pulmonares, un fenómeno conocido como hipertensión pulmonar.

¿Cuáles son los síntomas?

Las manifestaciones clínicas dependen principalmente del tamaño de la comunicación.

La mayoría de las CIV son pequeñas. Generalmente no causan síntomas, aunque suelen producir un soplo cardíaco que el médico puede escuchar durante la auscultación.

Cuando la CIV es más grande, pueden aparecer algunos signos.

  • En los niños, se puede observar un retraso en el crecimiento, dificultad para respirar durante la alimentación o el juego, e incluso en reposo. También puede presentarse sudoración excesiva durante las tomas, aunque este signo es menos específico.

  • En los adultos, si la CIV no se ha detectado previamente, puede manifestarse con fatiga al realizar esfuerzos, dificultad para respirar, coloración azulada de los labios o los dedos (cianosis) y hinchazón en las piernas (edema).

¿Cómo se puede detectar?

A veces, la CIV puede sospecharse antes del nacimiento, durante una ecografía fetal. Sin embargo, este diagnóstico prenatal sigue siendo difícil de confirmar, ya que la circulación sanguínea del feto es diferente a la del recién nacido. Este tipo de examen suele recomendarse si un padre o un hermano ha sido diagnosticado con una CIV sintomática.

Después del nacimiento, un soplo cardíaco detectado durante la auscultación, a menudo unos días después del parto, puede hacer sospechar la presencia de una CIV. El diagnóstico se confirma mediante una ecocardiografía.

Si la CIV se asocia con otras malformaciones o signos físicos, puede recomendarse una consulta en genética para investigar una posible causa genética o una anomalía cromosómica.

¿Cómo evolucionan las CIV?

En la mayoría de los casos, las pequeñas comunicaciones interventriculares se cierran de forma espontánea durante los dos primeros años de vida, en aproximadamente el 75 % de los casos.

Algunas personas pueden vivir toda su vida con una pequeña CIV sin presentar nunca síntomas. Incluso si no se cierra, por lo general no representa un problema.  Sin embargo, las CIV perimembranosas, incluso las pequeñas, deben vigilarse de cerca porque se encuentran cerca de la válvula aórtica. Un seguimiento regular mediante ecocardiografía permite asegurarse de que no haya repercusiones sobre esta válvula.

Por otro lado, las CIV de mayor tamaño no se cierran solas. Si provocan síntomas, generalmente se considera una intervención entre los 3 y 6 meses de vida, o incluso antes dependiendo de la situación.

Las que permanecen silenciosas se controlan cuidadosamente para detectar cualquier cambio a tiempo.Una intervención puede ser necesaria si la CIV causa:

  • insuficiencia de la válvula aórtica,
  • dilatación de las cavidades izquierdas del corazón,
  • infección de una válvula cardíaca,
  • o hipertensión pulmonar en determinados casos.

 

¿Cómo se puede intervenir?

Existen dos enfoques posibles para corregir un CIV.

  • El primero es la cirugía cardíaca, una técnica que se practica desde hace mucho tiempo y que ofrece excelentes resultados. Consiste en cerrar la comunicación mediante una operación a corazón abierto, con circulación extracorpórea.
  • El segundo es un procedimiento más reciente: el cierre percutáneo, que se realiza introduciendo un dispositivo a través de las venas de la pierna para cerrar la comunicación sin necesidad de cirugía abierta. Este método también ofrece buenos resultados, aunque no es adecuado para todos los tipos de CIV.

 

La elección de la intervención depende del tipo y de la localización del defecto. Es necesaria una evaluación por parte de un cardiólogo especializado en cardiopatías congénitas para determinar el enfoque más adecuado en cada caso.

Vacunación

Es importante que quienes tienen CIV reciban las vacunas habituales, además de la antineumocócica y la vacuna anual contra la gripe.

En menores de un año con insuficiencia cardíaca, también se puede indicar la vacuna contra el VRS (virus respiratorio sincitial).

Higiene dental y antibióticos en el dentista

En las personas con un CIV, es fundamental mantener una buena higiene bucal, ya que el riesgo de infección en el corazón (llamada endocarditis) está ligeramente aumentado. Esta infección suele ser causada por bacterias que provienen de la boca.

Desde 2007, no se recomienda de manera sistemática la administración de antibióticos antes de los tratamientos dentales. Solo se indica en situaciones específicas, como si se ha realizado una intervención quirúrgica o percutánea en los últimos seis meses, o si queda una abertura en contacto con material sintético. Dado que estas recomendaciones pueden cambiar con el tiempo, lo mejor es consultar con un cardiólogo para confirmar la necesidad de esta precaución.

Para leer más: Prevención de la endocarditis bacteriana.

Participación en actividades físicas

La mayoría de las personas con un CIV pequeño y asintomático pueden practicar cualquier deporte sin restricciones.

Asimismo, después de una intervención exitosa, generalmente es posible retomar las actividades deportivas tres meses después de la cirugía o el procedimiento. Sin embargo, siempre es recomendable hablar de ello con el médico tratante.

En caso de un CIV sintomático, se deben evitar los deportes de alta intensidad. Una evaluación por parte de un cardiólogo ayudará a orientar mejor la elección de las actividades.

Pronóstico

Las personas con un CIV pequeño, asintomático y bien controlado suelen tener una excelente calidad de vida, sin consecuencias a largo plazo.

Cuando un CIV se corrige quirúrgicamente sin lesiones residuales ni alteración de la función cardíaca, la esperanza de vida es comparable a la de la población general. En estos casos, las mujeres generalmente pueden llevar a cabo un embarazo sin mayores dificultades.

Aunque los datos a largo plazo sobre las intervenciones percutáneas aún son limitados, los resultados disponibles hasta el momento son muy alentadores.

Por el contrario, un CIV grande no tratado puede provocar insuficiencia cardíaca e hipertensión pulmonar severa con el tiempo, conocida como síndrome de Eisenmenger. Por esta razón, es fundamental realizar un seguimiento regular con un cardiólogo para detectar los signos tempranos y ofrecer los tratamientos más adecuados.

Seguimiento a largo plazo

El seguimiento de los CIV pequeños y asintomáticos depende del tipo de comunicación y de la evaluación realizada por el cardiólogo.

Tras una reparación exitosa, el seguimiento puede espaciarse o incluso darse de alta si no persiste ninguna abertura ni alteración en la función cardíaca.

El seguimiento es especialmente importante en los pacientes con un CIV grande no operado que han desarrollado hipertensión pulmonar. Desde hace aproximadamente una década, existen nuevos tratamientos farmacológicos que han mejorado significativamente su manejo.